miércoles, 18 de abril de 2012

La cita


 Finas gotas comenzaban a caer mientras yo intentaba sortearlas entre salientes de pisos y algún que otro toldo de las cafeterías del paseo marítimo. Notaba como el sudor se mezclaban con la lluvia sobre mi cara. Llegaba tarde a la cita y tenía que aligerar más el paso y para colmo el bochorno provocado por el tiempo no ayudaba para nada. La mezcla entre chubascos y la calor primaveral provocaba esa sensación pegajosa en el cuerpo que hace sentirte cada vez más sucio por momentos.
   A lo lejos la vi, con la chaqueta de cuero marrón que años antes le había regalado por su cumpleaños y resguardada en un portal. Miraba su teléfono móvil, como si el mundo alrededor suya no existiera y escribía rápidamente en los teclados de ultima generación, algún mensaje supuse.
   Yo intentaba recomponer mi pelo a su forma inicial, la de después de salir de mi casa, pero con ese tiempo se hacía difícil.
   A los pocos metros notó mi presencia y guardó su móvil como quien guarda un tesoro en bruto que se descompondría tan solo con la mirada humana. Me sonrió de forma forzosa y la noté inquieta.

   - Buenas, ¿Cómo estas?. - Saludé con tono seco.
   - Bueno, he tenido días mejores creo. - Respondió cabizbaja y dándome un beso en la mejilla - Sé que no hemos quedado aquí para dar una vuelta o tomar café así que, no me andes con rodeos ¿Qué tienes que decirme?.

   Siempre me seguirá sorprendiendo las dotes de clarividencia que poseía Lucía para estas cosas.
   Yo sin embargo, llevaba días sabiendo lo que iba a hacer, incluso había ensayado el discurso en mi cabeza cientos de veces, y ahora las palabras se me agolpaban en las cuerdas vocales, me costaba arrancar y lo único, quizás lo más inteligente que se me ocurrió fue agachar la cabeza. Era imposible mirarle a los ojos en ese momento.

   - Lucía... - Recogí fuerzas de la nada y levanté de nuevo la cabeza. - Llevo semanas que no sé nada de ti. No sé qué tengo que hacer para que pases tiempo conmigo... Y aún así me dices que quieres estar conmigo y no perderme... No lo entiendo. - Respondí agotado.
   - Yo pensaba hablar contigo, pero ya lo has hecho tú. No sé qué quieres que te diga. - Me dijo con un tono demasiado afable, tanto que mi cuerpo echó a temblar.
   - Algo tendrás que decir, yo sigo siendo el mismo, eres tú la que en estos dos últimos meses ha cambiado.
   - No sé qué es lo que me pasa últimamente pero... todo esto no es justo para ti. - me dijo indignada.

   Algo en mi pecho comenzaba a tensarse, mientras y de forma irónica, una pareja pasaba por al lado nuestra demostrando su cariño y amor al mundo bajo un paraguas oscuro.

   - ¿Me estás dejando?.
   - No... o no lo sé... - Comenzaba a ver como de sus ojos brillaban lágrimas. - Realmente sería lo justo y que siguieras tu vida.

   Un silencio recorrió un breve camino entre nosotros. Solo se oía algunas gotas caer en los pequeños charcos de alrededor.

   - Después de casi tres años juntos... y que te derrotes a la primera de cambio... - Miré hacia mi derecha y luego suspiré al cielo como buscando consuelo – No lo comprendo.
   - Lo siento... - dijo en voz baja.
   - En serio, no lo comprendo. Mi idea de quedar era quizás salvar algo, arreglar lo nuestro porque creía y quizás siga creyendo que merece la pena. - Hubo otro silencio mientras la miraba de forma desafiante – Yo no soy perfecto, lo sé, pero he sabido dar lo máximo de mí en esta relación ¿sabes?,  y... ¿No se merece lo nuestro otra oportunidad? ¿Lo dejas a la primera de cambio? - Suspiré mirando al suelo
   - En serio Carlos, yo no planeé ésto así y tú lo sabes. - Me levantó la cara por el mentón con su mano. - Sabes que jamás he querido hacerte daño, pero es irremediable quizás... y bien sabes que te quiero, pero ya no es lo mismo y sin querer te alejo de mí. - Comenzó a alzar algo más la voz, enfadada. - Vamos Carlos ¡ni siquiera he sabido quedar contigo para decirte ésto! - Giró la cabeza hacia los lados, como negando por lo bajo pero sin apartar la mirada sobre mis ojos. - He tenido que esperar que te dieras cuenta de que pasaba algo y que tú fueras quien quedara conmigo. - Me buscó la mano que tenia metida en la chaqueta y me la agarró, suavemente. - Ha de ser así... Tú eres un gran chico y te mereces otra oportunidad. No puedes estar esperándome eternamente y con el tiempo te darás cuenta.

   Todo a mi alrededor se volvió de color ocre y más nubes negras asomaban por encima de nuestras cabezas, como si el mundo se estuviera preparando para ese momento.

   - No, ¡Me niego a pensar que ésto se acaba así!... Sinceramente, incluso yo venía con la idea de que si no arreglaba algo pues, no se, darte una "última" oportunidad para que te dieras cuenta de las cosas...

   Lucía me miraba con ojos amargos mientras me escuchaba y me soltaba de nuevo la mano.

   - ¡Joder! Antes de dejarte, hubiera intentado hablar o arreglarlo. - Agaché de nuevo la mirada. - Pero, ya veo que te adelantaste, como siempre.

   Di un paso hacia atrás, sin saber muy bien qué tenía que hacer llegado a este punto. Miré de nuevo al cielo aguantando las lágrimas que ansiaban salir libres por mi cara.

   - Carlos, yo no quiero alejarte de mi vida completamente. Han sido muy buenos momentos los que hemos pasado juntos y … solo la idea de borrarte totalmente de mi vida... es...- Lucía se echó las manos a la cara y comenzó a llorar.
   - Dios... - Suspiré y la abracé.

   Pasó un buen rato mientras nos abrazábamos, sin saber cómo finalizar lo que ya se había acabado. En mi mente, se agolpaban cientos y cientos de pensamientos que eran arremetidos con miles de recuerdos. Era tal el descontrol metal que era imposible razonar, ni medir la situación.
   Al rato, el portal de aquel bloque de piso se abrió y nos devolvió a la realidad.

   - Perdón. - Dijo una voz masculina

   Nos apartamos para que pasase y mientras nos mirábamos como si de dos desconocidos se tratase.

   - Pues bueno... supongo que esto es una despedida ¿no? - Pregunté con un hilillo de voz.
   - Dejémoslo en un hasta luego. - Intentó sonreírme mientras me lo decía, pero se notaba que le era imposible.

   Me besó en la mejilla como pudo y la vi marchar. Yo quedé clavado en aquel portal un buen rato y notaba cómo parte de mí también se quedaría para siempre en ese sitio.
   Al fin mis piernas decidieron responder y me encaminé a la playa. Allí, parado y de pie miraba como las nubes borrascosas creaban formas extravagantes y yo clavaba la mirada en ellas, absorto, sin pensamientos...
   De un arrebato le arranqué a la arena una de sus conchas y agredí al mar con ella, con tanta fuerza que mis lágrimas por fin fueron libres. Mientras, miles de gotas acariciaban la arena y mi vista empañada no diferenciaba gotas de lágrimas. El cielo decidió vengarse de mi atrevimiento contra el mar y comenzó a apretar. Por un momento deseaba que una ola gigante apareciera y me tragase mar adentro, pero una parte de mí pedía volver a casa para secarme y no coger una neumonía que impidiese seguir con mi vida.

   Corrí hacia uno de los toldos de los bares del paseo marítimo y esperé a que amainara el temporal veraniego. Mientras en mi cabeza pasaba una y otra vez la imagen de Lucía yéndose de mi vida para siempre.
   Logré salir de allí bastante tarde, o tal vez fuera el tiempo que pasé en la playa el que me hizo perder la noción. Lo único que sabía era que ya estaba anocheciendo y las tiendas del centro terminaban su jornada laboral.
   Yo, perdido en mi mente, la cual obsesionada con la imagen de la marcha de lucía me impedía mirar mas allá del suelo de las calles.
   Giré una calle de la plaza de abastos cuando noté cómo un bulto chocaba con mi cuerpo y caía de espaldas al suelo. Volví al mundo al instante y una chica morena de ojos claros me miraba desde el suelo sin saber muy bien qué había pasado.

   - Lo siento mucho de verdad. - Respondí exaltado.

   Agarré su mano para ayudarla a levantarse y sentí como una descarga recorría mi cuerpo desde el suyo. Ella me miraba fijamente, anonadada, y sin saber por qué, ambos sabíamos perfectamente que el fulgor que instantes antes nos había arremetido a cada uno ahora nos acariciaba por igual. Al levantarse nos miramos sin saber qué decir y al perderme en el iris de sus ojos supe que la conocía de antes, quizás en sueños o quizás en otra vida.
   Todo pensamiento tormentoso había desaparecido y supe que la chica que tenia frente a mí no era más que la luz que me ayudaría a seguir adelante.  



Ismael Romero


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