miércoles, 21 de diciembre de 2011

Vórtice

Es curioso que cuando llegas a viajar al otro lado, al cual nunca te atreves, pero cuando lo consigues y el miedo se disipa y quieres volver a probar, como una droga te eleva y te mata. Duele y gusta al mismo tiempo, te haces adicto al dolor y al sabor del néctar universal. Te envuelve, recorre tu médula completa y llena tus pulmones de un aire nuevo, un aire de vida, te sientes vivo.

Pero el vórtice termina, y vuelves a tu cama, vacía y solitaria y recuerdas lo ocurrido, como un sueño volátil, pensamiento inconsciente de una mente inodora, con un tacto inmaterial y susceptible a las raciones de texturas rosales de un campo, aquel en el cual caíste al viajar... Pero el campo desaparece, desparece de tu mente, de tus posibilidades, sin poder caer de nuevo en él.

Es un vicio, un vicio que deseas saborear diariamente, segundo a segundo, para poder evitar el paso del tiempo, para sentirte eterno, infinito.

Quiero notarlo de nuevo, quiero probarlo de nuevo, quiero caer en su poder... absorbeme para siempre, llévame contigo allí donde el tiempo desaparece, donde lo material se funde con lo nulo, ese punto divino sin límite y extenso, vacuo y vacío.

Quiero sentir nuestras vidas en el vórtice del alma.

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